En el Pampanico y en los Cortijos de Marín, actuamos para dos colegios que quisieron que sus alumnos tuvieran un soplo de aire fresco traído por la brisa del teatro en vivo, nuestro teatro.
En estos tiempos modernos en los que las máquinas del metafórico Gran Hermano del señor Orwell nos ofrecen inevitablemente, cada vez más, eventos sustitutivos de la vida real, nuestro teatro en vivo, imperfecto, repleto de azarosos accidentes reales, como un micrófono que se niega de repente a funcionar o un soplo de violento aire de cambio climático que te echa abajo el liviano decorado o el tropezón de un actor, convierten la representación en algo mucho más real, en un trozo de vida que está transcurriendo en ese mismo instante.
Magníficas imágenes, fijas y en movimiento, prefabricadas, repasadas, trabajadas y retocadas al milímetro por una legión de máquinas, siguiendo tendencias emanadas desde algunos humanos situados en las cúspides de las pirámides de cultura de la humanidad, nos ofrecen vivir virtualmente ensoñaciones, emociones y, en raras ocasiones, pensamientos razonables y profundos.
Del mismo modo que el sistema educativo no ha renunciado a la interacción directa entre personas adultas y personas infantiles, el sistema cultural debería haber prestado más atención a que no se perdiese esa interacción directa.
El hecho de que durante estos dos años se considerara la Cultura como algo mucho más prescindible del contacto directo que la Enseñanza, nos ha arrojado a todos, actores vivos y público, en los brazos de la virtualidad de Mátrix, nos ha impedido cultivar esa parcela de nuestra mente que se aplica a captar con intensa atención y en toda su complejidad lo que está ocurriendo realmente en el tiempo presente, y nos ha llevado a todos a terminar ante una pantalla rebobinando una y otra vez películas perfectas que ocurrieron y se montaron en el pasado. ¿Quién de estos niños va a querer vivir en el futuro la realidad de un mundo imperfecto?
Valgan estas imágenes para alzar algún argumento a favor de la vida cultural real, en vivo y en directo.
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El montaje |
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Todo a punto para comenzar la función |
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El final, una vez terminada la función |
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Ahora solo falta la recogida y marcharse con los trastos a otra parte... |
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Otro escenario más para nuestra colección |
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Ante los niños, ya sentados, se dan los últimos retoques a la mezcla de sonido, justo unos instantes antes de empezar la función |
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El público sigue atentamente las evoluciones de actores y muñecos |
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Al terminar, Gerardo, Emilio, María José y Guillermo reponen fuerzas pensando en la próxima actuación |
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